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otra forma de entrar al mundo del ballet

30 años de la muerte de Nureyev

Funeral de Nureyev en el foyer de la Opera Garnier. Foto de Rudolf Nureyev International Ballet Competition

 

Hace 30 años que Nureyev murió.

Él enfermó de SIDA en momentos en que apenas se conocía esta enfermedad. Se temía mencionarla siquiera. Él era un tigre, un animal, vitalidad pura, lo opuesto a la enfermedad y la muerte. Todos lo sabíamos. Él lo sabía y por eso estaba convencido de que iba a sobrevivir.

Decía que en su familia todos eran longevos y que por eso él iba  vivir. Pero no. La maldita enfermedad era implacable. Y en un momento lo supo. Moriría. Aunque no se resignó a trabajar y crear hasta el último momento.

Cuando ya no pudo bailar se dedicó a ser director de orquesta. Y a meses de morir, le regaló al mundo una de las obras más grandes de la danza, su versión de La Bayadera. Ya estaba increíblemente enfermo, como se lo pude ver en los fragmentos del documental sobre él de los hermanos Morris (ver Guía para conocer más a Nureyev) De hecho, la última vez que se lo vio en público fue cuando salió a saludar tras el estreno de la obra. Era un 8 de octubre de 1992.

Unos 3 meses después, un 6 de enero se anunció su muerte. Por orden expresa de él no se mencionó el SIDA. El mundo de la danza estaba conmocionado. ¿Cómo él que era símbolo de vida y energía, ya no viviría? Aún hoy lo escribo y se me sigue apretando el pecho.

Él como gran coreógrafo que fue, también dejó coreografiado su funeral.

Se realizó seis días después, el 12 de enero. La ceremonia fue en el foyer de la Ópera Garnier. Asistieron cientos de bailarines y amigos que llegaron de todas partes del mundo. Entre la gran lista se encontraban Patrick Dupond, Yvette Chauvire, Carla Fracci, Lynn Seymour, Marika Besobrasova, Ghislaine Thesmar, Carolyn Carlson, Zizi Jeanmaire, Roland Petit, Jean Babilee, John Neumeier, Rudy van Dantzig, Flemming Flindt, John Taras, Lord Jacob Rothschild y la princesa jordana Firyal. También estaban dos de sus hermanas y dos sobrinos y su amiga Lyuba de sus tiempos de San Petersburgo.

Su féretro entró en la Ópera Garnier a las 10 de la mañana llevado por 6 bailarines de la Ópera de Paris, entre los que se encontraba su querido protegido Charles Jude. En las escalinatas fue recibido por una guardia de honor de 24 pequeños alumnos de la escuela de la Ópera, los llamados petits rats (pequeñas ratas).

Fue colocado encima de la gran escalera del foyer, escoltado por una gran fotografía del bailarín y las dos mayores distinciones que se pueden recibir en Francia: la medalla de la Legión de Honor y Comandante de Orden de las Artes y las Letras.

45 minutos duró la ceremonia. Él no había querido que fuese algo religioso. Pero sí algo internacional, como él. Cinco amigos recitaron fragmentos de 5 poemas en 5 idiomas diferentes: Goethe, Miguel Ángel, Rimbaud, Byron y su amiga y compañera del Kirov Ninel Kurgapkina recitó en ruso los versos de Pushkin.

El Ministro de Cultura francés Jack Lang presidió la ceremonia repasando la vida y enseñanzas de Nureyev. También leyó mensajes que llegaron como el de Baryshnikov: “"Ahora, en la muerte, como en el dúo... llevando a Rudolf a su destino. Tenía el carisma y la sencillez de un hombre de la tierra y la arrogancia intocable de los dioses"[1]

Una pequeña orquesta de cámara tocó Malher, Chaikovsky y Bach. Y eligió para terminar la ceremonia la Fuga n°14 de Bach, composición que quedó inconclusa, con un final brusco por la muerte del compositor. Y por eso fue elegida para terminar la ceremonia, para reflejar lo brusco e inesperado que fue el final de Nureyev a sus 54 años (es la música del video que acompaña la nota).

Para entrar a la Ópera se necesitaba invitación. Los alrededores del teatro estaban vallados porque todo amante de la danza con fotos, programas, flores o zapatillas quiso acercarse para un último adiós. Siempre me conmovió una historia que Javier Valenzuela contó en El País de Madrid. Y es la de una chica que como miles de personas desde afuera intentaban pasar esa valla, naturalmente impedidos por la policía francesa. Pero ella fue muy enfática con el oficial a quien le dijo: "Quiero entrar, soy bailarina", a lo que el policía le respondió lo que a todo el mundo: "Si no tiene usted invitación, no puede pasar". Entonces la joven bailarina se puso de puntas de pie, hizo una pirueta y, sostenida en el aire sobre un pie, repitió: "Soy bailarina". El oficial no se pudo resistir y la dejó pasar[2].

Terminada la ceremonia muchos de estos participantes pudieron entrar al foyer y dejar un mensaje para su querido Rudy.

Su féretro fue luego llevado al cementerio ruso ortodoxo Saint-Geneviéve-des-Bois a unos 45 minutos de París hacia el sur. Un cementerio ruso ortodoxo en el que también se encontraba la tumba de Sergei Lifar. Allí, cuando el cajón en su tumba las bailarinas de la Ópera arrojaron sus zapatillas. Un acto que conmocionó a los presentes.

Él había elegido Francia como su lugar del descanso final. Nacido en la Unión Soviética y nacionalizado como austríaco en 1982, ciudadano del mundo nunca dejó de sentir la sangre rusa. Por eso eligió un cementerio ruso. Pero quería descansar en Francia. Francia era el país a quien él le reconocía y agradecía haberle dado la libertad y por eso allí quiso estar.

Unos años después, en 1996 el diseñador italiano Ezio Frigerio presentaba su último homenaje a su gran amigo y colega. Una tumba que es una maravilla, muy Nureyev.

 

Bibliografía:

Kavanagh, Julie; “Nureyev. The life”; Random House; 2007

Valenzuela, Javier; “LUTO EN EL MUNDO DE LA DANZA. El sol invernal abrigó el entierro de Nureyev”; El País, Madrid; 13/1/1993

Rockwell, John; “Rudolf Nureyev Eulogized And Buried in Paris Suburb”; New York Times; 13/1/1993

Waxman, Sharon; “Into the company of giants”; The Washington Post”; 13/1/1993

 

Video tomado de la pagina de Youtube de ujikanayo

Fotos: página de Facebook de Rudolf Nureyev International Ballet Competition y página de Pinterest de Katia Gortchakoff

 

Referencias:

[1] Kavanagh, Julie; “Nureyev. The life”; Random House; 2007; p. 696

[2] Valenzuela, Javier; “LUTO EN EL MUNDO DE LA DANZA. El sol invernal abrigó el entierro de Nureyev”; El País, Madrid; 13/1/1993

 

 

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